COVID-19 y volver a la escuela

20 agosto, 2020

Alrededor de 5.000 niños abandonaron todo vínculo con la escuela desde que se instauró la “cuarentena” por COVID-19, informaron las autoridades de la Ciudad de Buenos Aires. Ahora, irán a buscarlos casa por casa y los invitarán a retomar la educación formal en gabinetes tecnológicos. En la provincia de San Juan, 10.000 alumnos también reiniciaron las clases presenciales. Formosa y Catamarca prometen seguirlas.

Pero estas experiencias contrastan con el resto de la Argentina, donde los chicos y jóvenes sólo mantienen contacto virtual con sus maestros, siempre y cuando tengan Internet.

La planificación de la reapertura con protocolos específicos por edades y niveles será indispensable hasta poder vacunar a toda la población, algo que sólo podría realizarse en 2021, si se desarrolla una vacuna segura y eficaz para niños.

En cualquier caso, las pocas aulas abiertas en la Argentina serán una oportunidad de observar cuáles son los riesgos locales de contagio.

Diferencias entre edades y niveles escolares

Es preciso aclarar que no es lo mismo considerar el nivel de jardín de infantes, la primaria y la secundaria a la hora de abrir las aulas y evaluar los aumentos en los contagios del nuevo coronavirus.

Algunos países que abrieron las escuelas rápidamente, como Israel, descubrieron que el contagio entre los jóvenes aumentaba en forma preocupante. En cambio, los chicos más pequeños parecían menos proclives a enfermar.

Dinamarca abrió todas las escuelas para chicos hasta 12 años pero armó “enclaves” dentro de cada escuela, donde tiene que permanecer cada grupo de alumnos con un maestro a lo largo del día.

Con todo, esto no es suficiente garantía para abrir las escuelas primarias: se sabe que los niños asintomáticos pueden contagiar a los adultos mayores, que tienen más riesgo de complicaciones y muerte. Por otra parte, se ha visto que unos pocos niños desarrollan un grave síndrome inflamatorio en múltiples órganos y pueden morir (hay muchos estudios al respecto, en The New England Journal of Medicine, entre otros).

Un reciente estudio reveló que las jóvenes de 10 a 19 años portan la misma carga viral en su tracto respiratorio que los adultos, y por lo tanto son tan capaces de contagiar como ellos, pero se enferman mucho menos gravemente (se puede consultar, por ejemplo en The Journal of Pediatrics). De ahí las discusiones entre los especialistas, que tienen que sopesar los riesgos del COVID-19 con los beneficios que brinda la escuela abierta, en términos de aprendizaje de conocimientos y socialización de los chicos.

Pros y contras de escuelas abiertas

A la hora de evaluar la reapertura, hay que tomar en cuenta las diferencias socioeconómicas de escuelas públicas y privadas. Los niños de las familias más pobres ya tienen casi cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela primaria que los niños de las familias más pudientes, advirtió recientemente UNICEF.

La inasistencia escolar también aumenta el riesgo de embarazo en la adolescencia, violencia y otros peligros. Además, los cierres prolongados interrumpen servicios esenciales que prestan las escuelas, como la vacunación, la alimentación escolar, el apoyo a la salud mental y la orientación psicosocial. Asimismo, pueden generar estrés y ansiedad debido a la pérdida de la interacción con los compañeros y a la alteración de las rutinas.

La capacidad de detección, factor decisivo

La mayoría de los expertos coincide en no abrir las escuelas en lugares donde existe alta transmisión del virus, ya que la concentración de personas bajo un mismo techo y el traslado de un lugar a otro de los chicos facilitan los contagios en la comunidad. Esta situación es especialmente preocupante en áreas donde hay una gran demanda de camas hospitalarias y una escasez de tests para hacer diagnóstico de COVID-19, como el AMBA.

La cuestión de la capacidad de detectar a chicos y grandes que se contagien en la escuela es fundamental para frenar los brotes que puedan dispararse en el sistema educativo y que seguramente ocurrirán, advierten los especialistas. En los lugares donde se pueda garantizar la disponibilidad de atención médica y tests, se recomienda generalmente

  • el uso de máscaras en alumnos y profesores,
  • además de una distancia de, al menos, un metro y medio entre los pupitres,
  • y grupos pequeños para salir a los recreos.
  • garantizar el lavado frecuente de manos con agua y jabón, y la desinfección de superficies comunes.

¿Qué pasó con reaperturas en el mundo?

Las experiencias en distintos países muestran resultados contradictorios.

Israel hoy cerró las escuelas donde se detectaron casos positivos y puso en cuarentena a alumnos y profesores, pero advierte errores en su estrategia pasada.

Dinamarca abrió todas las escuelas para chicos hasta 12 años pero armó “enclaves” dentro de cada escuela, donde tiene que permanecer cada grupo de alumnos con un maestro a lo largo del día.

Gales permite un día por semana de escuela presencial, y el resto ofrece clases virtuales.

Suecia nunca cerró las escuelas.

Alemania reabrió las escuelas la semana pasada, pero con grandes protestas.

En Estados Unidos, donde los chicos representan alrededor del 9% de las infecciones por COVID-19 y menos del 1% de muertes, según la Academia Americana de Pediatría, todavía se discute la apertura del ciclo escolar en otoño, que depende de cada estado o provincia.

El imperativo de la educación

La planificación de la reapertura con protocolos específicos por edades y niveles será indispensable hasta poder vacunar a toda la población, algo que sólo podría realizarse en 2021, si se desarrolla una vacuna segura y eficaz para niños. Con mil millones de estudiantes fuera de las aulas, según estimaron las Naciones Unidas, los países están probando distintas estrategias para reabrir.

“La reapertura de las escuelas debe hacerse en condiciones de seguridad y de manera compatible con la respuesta general de cada país a la COVID-19, adoptando todas las medidas razonables para proteger a los estudiantes, el personal, los docentes y sus familias”, recomienda UNICEF.

En la Argentina, donde se producen actualmente más de 1.000 casos pediátricos de COVID-19 por semana y sólo el 60% de los hogares urbanos tiene acceso a una computadora, la escolaridad se vio muy resentida este año. “El cierre de las escuelas provocó un impacto en la interacción social de los niños, niñas y adolescentes, que perdieron ese lugar de aprendizaje y juego”, señalaron expertos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). “La experiencia de cuarentena constituye una experiencia traumática para los niños argentinos. Sólo el paso del tiempo nos mostrará el real impacto que esta situación generará en ellos, sus familias y su descendencia”.

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Tags: ausentismo | covid y niños | escolar | escolaridad

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