COVID-19 hoy: seguir o no seguir cuidándose

una persona dando vuelta la página de covid-19
15 abril, 2022

Tras dos años de pandemia de COVID-19 y con altos niveles de vacunación en muchos países, las medidas preventivas empiezan a dejarse lado. Ya se discontinúan hoy los protocolos que hasta hace pocos meses se cumplían al pie de la letra para disminuir los contagios.

Las máscaras y los tapabocas van dejando de formar parte del paisaje urbano. Renacen reuniones sociales sin distancia entre las personas. Los niños dejan de estar obligados a usar barbijos en la escuela. Los contactos estrechos de personas con COVID-19 hoy no están obligados a aislarse si no tienen síntomas. Los testeos por PCR dejan de ser exigidos en la mayoría de las fronteras. Las medidas obligatorias son reemplazadas por recomendaciones a las que pocos parecen prestar atención ¿Es razonable bajar la guardia a esta altura?

¿Cansancio o evidencia?

La mayoría de los expertos señalan que la pandemia no terminó. Allí están los contagios crecientes en China para atestiguarlo. Los casos siguen multiplicándose en todas partes y la transmisión de la variante ómicron –que no deja de generar subvariantes con mutaciones diferentes- se reproduce sin cesar.

Sin ir muy lejos, una cena de la elite política en Washington, organizada por el Club Gridiron el 3 de abril pasado, dejó un tendal de más de 70 positivos por COVID-19. La mayoría no había usado máscaras porque estaban vacunados ¿Cómo pudo ocurrir semejante contagio a esta altura de la experiencia pandémica?

Aunque el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos permite que la gente vacunada no use máscaras si habita en un lugar con baja circulación comunitaria del virus, es preciso recordar que la vacuna no impide completamente el contagio.

La vacunación reduce tres veces el riesgo de infección, pero no lo elimina. Como las personas vacunadas pueden albergar el virus y transmitirlo por el aire, se pueden producir eventos “superdispersadores” en lugares cerrados si no se utilizan barbijos o si no se testea a los concurrentes. Es lo que ocurrió en la famosa cena de Washington,

Por otra parte, hay que subrayar que la inmunidad de rebaño no se podrá lograr con el virus SARS-COV-2 debido a múltiples razones. Las mutaciones continuas del virus y el debilitamiento de las respuestas de anticuerpos, según advirtieron recientemente el infectólogo Anthony Fauci y sus colegas en una carta pública, son dos de las principales. También expresaron que, a pesar de que no se alcance la inmunidad de rebaño, el uso adecuado de medidas preventivas y vacunas permitirá volver a la normalidad.

Medidas de prevención: ¿obligatorias o sugeridas?

Algunos médicos, como Leana Wen, sostienen que la situación actual del COVID-19 representa la “nueva normalidad” y habrá que aprender a convivir con el riesgo de contagiarse sin adoptar mayores prevenciones.

Pero otros médicos, como el cardiólogo Jonathan Reiner, profesor de la Universidad George Washington, señalan que es irresponsable hacer que cada persona evalúe si usar o no máscaras en un lugar cerrado. Reiner considera que la decisión debería ser un asunto de salud pública, no privada.

El médico emergentólogo Jeremy Faust, coincide y subraya que tomar una decisión individual basada en el riesgo que se corre en lugares cerrados es impracticable. Según Faust, la razón es que se requiere contar con información epidemiológica actualizada y realizar cálculos matemáticos nada sencillos.

La polémica continúa

La decisión de abandonar medidas de mitigación genera agrias controversias. Hay grupos que presionan para levantar todas las barreras obligatorias contra el coronavirus. Otras personas, enfermas o que toman medicamentos inmunosupresores, se niegan, porque no pueden darse el lujo de contagiarse. Estos últimos grupos reclaman que continúe el uso de barbijos en lugares cerrados.

Más allá de la vulnerabilidad individual, hay que considerar el poco acceso a los tratamientos que disminuyen el riesgo de COVID-19 severo. La mayoría de las personas en el mundo no reciben hoy esos fármacos. Hablamos de antivirales de última generación que evitan el COVID-19 severo. La población que sí dispone de estas drogas son quienes viven en Estados Unidos y otros países desarrollados.

Contagiarse en el llamado tercer mundo, en ese sentido, conlleva más riesgo que enfermarse en el llamado «primer mundo».

Por otro lado, cualquier persona que se contagia con el virus enfrenta el riesgo de padecer secuelas del COVID-19 a largo plazo. Muchas personas experimentan fatiga, tos y dificultad para respirar meses después de haber dado positivo a un test de COVID-19. Y, aunque los síntomas de la enfermedad hayan sido originalmente leves, las secuelas de una infección por el virus SARS COV-2 pueden conducir a lo que se conoce como un “síndrome post-COVID” o “COVID largo” con síntomas graves y persistentes.

Conscuencias a largo plazo

Un reciente artículo publicado en la revista Nature Medicine  alertó sobre las consecuencias cardiovasculares de la infección por COVID-19. Incluye el riesgo aumentado de sufrir ACV, tromboembolismo venoso, fibrilación auricular e insuficiencia cardíaca. Quienes han tenido COVID-19 también tienen más riesgo de desarrollar diabetes a largo plazo.

Finalmente, quienes han dado positivo al coronavirus tienen un significativo riesgo de padecer peligrosos coágulos sanguíneos hasta 6 meses después de haber tenido COVID-19.

Todas estas razones respaldan el pedido de continuar con las medidas obligatorias de prevención mientras dure la pandemia. Pero difícilmente la mayoría lo acepte. Hay riesgos para la salud mental –depresión y ansiedad por el aislamiento- que pesan tanto como los riesgos para la salud física. Retomar la vida social en las mismas condiciones que se tenían antes de la pandemia parece ser hoy más prioritario.

Alerta y hartazgo

Las alertas por contagios vuelven a crecer en algunos lugares, como Gran Bretaña, pero la sociedad parece negarse a tomar nota de ello. Después de todo, gracias a las vacunas, en la mayoría de los países occidentales las internaciones se mantienen a raya y la mortalidad baja significativamente.

De ahí que, mientras algunos países ofrecen una cuarta dosis de vacuna (un segundo refuerzo) a personas mayores de 50 o 60 años y a pacientes inmunocomprometidos, la mayoría de la gente se lanza de cabeza a recuperar algo parecido a la normalidad en sus vidas.

Es el caso de Argentina, donde la tercera ola de COVID-19 terminó, las nuevas disposiciones incluyen las siguientes medidas:

  • El Ministerio de Salud levantó la obligación de mantener la distancia social.
  • Se recomienda usar máscaras en ambientes cerrados con alta concurrencia, pero ya no es obligatorio en escuelas ni al aire libre.
  • No se indica más el testeo por PCR si no se tienen síntomas persistentes.
  • Se eliminó el aislamiento para los contactos estrechos asintomáticos.
  • Sólo deben aislarse una semana las personas vacunadas que tengan síntomas como: fiebre de 37.5º C o más, tos, dolor de garganta, dificultad respiratoria, congestión nasal, dolor de cabeza, diarrea y/o vómitos, pérdida de gusto u olfato, dolor muscular; o un resultado positivo en un test.

Las autoridades de salud nacionales promueven actualmente una evaluación médica individual del riesgo para determinar si una persona debe volver a trabajar presencialmente o seguir haciéndolo en forma virtual.

Por último, Argentina ya no pide a los viajeros internacionales vacunados que tengan un resultado negativo de PCR para arribar al país, ni se requiere cuarentena de ningún tipo. Los turistas sólo deben llenar una declaración jurada antes de ingresar y tener un seguro de salud vigente.

Percepción del riesgo

Todo indica que la responsabilidad de no contagiarse recae en manos individuales. Pero no todas las personas tienen la misma tolerancia al riesgo ni están en iguales condiciones a la hora de enfrentarlo. Algunas desarrollan ansiedad y miedo frente a la incertidumbre o se han tornado más vulnerables psicológicamente frente a las amenazas que impuso la pandemia. Otros desarrollan mecanismos psicológicos que les otorgan una “falsa” sensación de seguridad.

Un estudio realizado por miembros de la Asociación de Psicólogos de Estados Unidos (APA) reveló que las personas tienden a creer que tienen la situación bajo control y, por lo tanto, flexibilizan los cuidados preventivos cuando reciben información sobre la pandemia a través de amigos o familiares, o cuando están en su proximidad.

Salir a cenar con un amigo se percibe menos riesgoso que ir a un recital multitudinario con desconocidos. El “efecto escudo amigo” se manifiesta en múltiples áreas: las personas usan menos máscaras, compran menos alcohol en gel y, en general, se sienten en menos riesgo de contagio cuando interaccionan con conocidos y familia, advierten Eline De Vries y sus colegas en el estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology. En este sentido, la idea pandémica de que es más seguro mantener contactos con personas familiares que con desconocidos puede tener efectos paradójicos al facilitar que se baje la guardia en su presencia. De hecho, la mayor parte de la transmisión viral en personas vacunadas ocurre dentro de los hogares.

Variables en juego

Aunque la mayoría de las personas vacunadas perciban hoy al COVID-19 como una enfermedad respiratoria no muy distinta a la gripe, los especialistas advierten que más de un 10% de los infectados padecerán secuelas a largo plazo. Este riesgo debería ser incluido en la evaluación que hace cada persona a la hora de retomar sus actividades normales.

En cualquier caso, las autoridades sanitarias mundiales subrayan que, aunque el riesgo de contagio y las muertes han bajado en algunas partes, aún pueden aparecer nuevas variantes del coronavirus.

Hay todavía 240 millones de personas en el continente americano que no han recibido ni una dosis de vacuna. “No podemos ignorar el riesgo de nuevos repuntes de COVID”, advirtió el 7 de abril pasado Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Tomar en cuenta todas las variables en juego no es sencillo a la hora de retomar las actividades cotidianas, pero es preciso ser consciente de los riesgos mientras el virus siga dando vueltas al mundo.

Por Alejandra Folgarait @alefolgarait
REDACCIÓN PENSAR SALUD
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