El estrés es una reacción natural del organismo frente a situaciones de desafío o amenaza. En su forma aguda, puede ser positivo: nos mantiene alerta, enfocados y listos para responder. Sin embargo, cuando el estrés se vuelve crónico y sostenido en el tiempo, pasa de ser un mecanismo adaptativo a convertirse en un factor de riesgo para la salud física y mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce al estrés crónico como uno de los grandes problemas de salud pública del siglo XXI, con un fuerte impacto en enfermedades cardiovasculares, digestivas e inmunológicas.
Estrés crónico y corazón: una relación peligrosa
El sistema cardiovascular es uno de los más afectados. La liberación constante de cortisol y adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
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Evidencia científica: estudios publicados en The Lancet señalan que el estrés crónico está asociado con un 40% más de riesgo de hipertensión y un mayor riesgo de infarto y accidente cerebrovascular.
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Consecuencias: hipertensión persistente, taquicardia, arritmias y daño en los vasos sanguíneos.
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Prevención: ejercicio regular, técnicas de relajación y chequeos cardiológicos periódicos.
Estrés crónico y sistema digestivo: cuando la mente impacta en el estómago
El aparato digestivo tiene una conexión directa con el cerebro a través del eje intestino-cerebro. Bajo estrés prolongado, se alteran la motilidad intestinal y la microbiota.
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Síntomas comunes: acidez, gastritis, intestino irritable, diarrea o estreñimiento.
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Evidencia: un artículo en Nature Reviews Gastroenterology (2021) mostró que el estrés sostenido modifica la flora intestinal y aumenta la inflamación digestiva.
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Prevención: alimentación balanceada, reducción de cafeína y alcohol, y técnicas de manejo emocional.
Estrés crónico y sistema inmune: defensas debilitadas
El estrés crónico también suprime la función del sistema inmune, volviendo al organismo más vulnerable a infecciones y enfermedades.
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Efecto del cortisol: en exceso, esta hormona reduce la producción de linfocitos y anticuerpos.
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Evidencia: investigaciones de la American Psychological Association confirman que las personas sometidas a estrés crónico tienen mayor susceptibilidad a infecciones respiratorias y menor respuesta a las vacunas.
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Consecuencias: resfríos frecuentes, cicatrización más lenta, exacerbación de enfermedades autoinmunes.
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Prevención: descanso adecuado, ejercicio moderado y apoyo psicológico.
Conclusión: romper el círculo del estrés
El estrés es inevitable, pero el impacto del estrés crónico sí puede prevenirse. Adoptar hábitos saludables, aprender técnicas de regulación emocional y acudir a un profesional cuando los síntomas se prolongan son pasos fundamentales para cuidar el corazón, el aparato digestivo y las defensas.
✨ En OSPAT te recordamos que la salud mental y física están profundamente conectadas. Gestionar el estrés es un acto de prevención que mejora tu calidad de vida.
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