La lactancia materna es una práctica altamente recomendada por sus múltiples beneficios, pero no siempre es posible. Para muchas personas, amamantar no sucede como lo esperaban: ya sea por motivos médicos, emocionales, físicos o por decisiones personales. En esos casos, es fundamental dejar de lado los juicios y poner el foco donde realmente importa: en el bienestar del bebé y de quien lo cuida.
Cuando la lactancia no es opción
Hay múltiples razones por las que una persona puede no amamantar:
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Producción insuficiente de leche o dificultades persistentes.
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Indicaciones médicas que contraindican la lactancia.
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Procesos emocionales o de salud mental que lo dificultan.
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Necesidades laborales, económicas o sociales.
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Decisiones personales válidas y conscientes.
Todas son válidas y merecen ser respetadas. La maternidad no puede vivirse bajo la lupa del “deber ser”. Cada cuerpo, cada historia y cada contexto es distinto.
Alimentar también es cuidar, más allá de la forma
La alimentación con fórmula, cuando está bien indicada y acompañada, es una forma segura y adecuada de alimentar a un bebé. Lo importante es que se haga con amor, conexión y presencia. Mirarse, acariciar, sostener, hablar mientras se da la mamadera: todo eso también construye apego, vínculo y salud emocional.
El peso de la culpa: otra carga innecesaria
Muchas personas que no pueden o no desean amamantar atraviesan sentimientos de culpa, frustración o vergüenza. Esto no solo afecta su autoestima, sino que puede interferir en el vínculo con su bebé. Por eso, el acompañamiento profesional debe ser empático, sin imposiciones ni juicios. La salud integral implica también cuidar la salud mental y emocional.
La importancia de una mirada amplia y amorosa
Promover la lactancia no es imponerla. Significa generar condiciones para que quien quiera amamantar pueda hacerlo, pero también acompañar y contener a quienes eligen otros caminos. Porque alimentar con amor va mucho más allá de la técnica: se trata de conectar, sostener, mirar, escuchar.
La mejor forma de cuidar a una madre o persona lactante es con respeto. Respetar su historia, sus decisiones, sus límites. Porque en ese respeto también estamos cuidando al bebé, desde un lugar profundo y humano.
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