«No hay avances que no respondan a la biología y a la cultura»

12 enero, 2023

Exposición de Nora Bar en la presentación de la Estación Diagnóstica de obra social OSPAT.

«Soy periodista especializada en salud, ciencia y tecnología desde hace muchos años. Y si bien ahora se habla tanto sobre innovación, sobre todo lo nuevo, todas las cosas que aparecen día a día -y se duplican estas novedades-, a mí me gusta también un poco mirar hacia el pasado. Cómo fue evolucionando todo esto y cómo a uno a veces le cuesta tomar dimensión del vértigo con que van cambiando no solo las tecnologías, sino también la cultura.

Y si uno piensa por ejemplo hace 150 años -yo trabajé muchos años en el Diario La Nación, que hace poquito cumplía 150 años– Y hace 150 años se creía que las enfermedades se transmitían por miasmas de aguas estancadas, por tormentas, por guerras, por cataclismos… no se conocía nada de la biología, de la fisiología, del cuerpo humano. Se desconocían los microbios, no sabían qué era lo que causaba las enfermedades.

Bueno, en solo 150 años -que es un abrir y cerrar de ojos en la historia de la humanidad- se desarrollaron los antibióticos, las vacunas, los trasplantes de órganos, la medicina mínimamente invasiva, los stents, el recambio de válvulas cardíacas, la clonación, los tratamientos con células madre, ingeniería genética. Pero también los viajes al espacio, podemos desplazarnos con trenes a alta velocidad.

Todos llevamos una computadora muy potente -mucho más potente que la que viajaba en el Apolo- en nuestro bolsillo. Y podemos comunicarnos con imagen y sonido con cualquier punto de la tierra. Hay WiFi hasta en el Everest. En el Everest hay también acumulaciones de alpinistas que se comunican -mientras están allí, a 8 mil metros de altura- con las bases.

Hay aprendizaje automático y hay robots, vehículos autónomos. Se editan genomas -de hecho uno de los últimos premios Nobel se otorgó a dos investigadoras que desarrollaron una técnica muy rápida y muy sencilla para editar genomas.

Y las proezas de la ciencia y tecnologías son ubicuas. Ya parecen casi una rutina todas estas innovaciones que se ven cada día. La expectativa de vida acá, en la Argentina, pasó en menos de 30 años, perdón… en los últimos tiempos, de 30 años a 77.

Se reconocieron los derechos a la alfabetización de las personas y gracias a la vacunación universal se erradicó definitivamente una enfermedad horrorosa como la viruela. Y está a punto de suceder lo mismo con otro flagelo tremendo, que es la polio, que en este momento sólo persiste en 2 países.

Claro que tenemos la pandemia, pero la pandemia también nos sirve para tomar conciencia de lo que son los avances en ciencia y en tecnología. Las vacunas, que alguna vez tardaban décadas en desarrollarse, el año pasado se desarrollaron en menos de un año, en meses. En meses estaban disponibles y las estamos usando.

Así que, en décadas, casi en poco más de lo que dura una vida humana en este momento, pasamos de hospitales precarios con pisos de tierra como los que había tal vez al comienzo (cuando se fundó la Ciudad de Buenos Aires, en que eran dirigidos por los Padres, por los sacerdotes y en los que trabajaban curanderos, charlatanes…), se pasó a una medicina de un desarrollo impresionante.

Tanto en el conocimiento científico como también en la aplicación de tecnologías que nos deslumbran.

Tenemos robots que hacen cirugías. Se están revelando los secretos del órgano, que algunos consideran es el objeto más complejo del universo. Nosotros podemos nombrar a Luis Agote, que resolvió el problema de la transfusión sanguínea evitando la coagulación, podemos nombrar a Julio Maiztegui, a Salvador Massa, a Julio Palmaz, que inventó o desarrolló nada menos que el stent. Todos ellos, argentinos. Y al mismo tiempo que se desarrollaban todos estos emprendimientos tecnológicos, se iban incorporando y se iban aportando al tratamiento de los pacientes.

Ya la telemedicina es casi una palabra de rutina y más a partir de la pandemia. Se hizo algo que es una práctica diaria.

Y hace poquito, justamente hará un par de semanas -no llegan a 2 semanas- estuvo aquí un argentino que venía a hacer el primer ensayo en la Antártida de un sistema llamado Tempus Pro, que se aplica para monitorear, diagnosticar y sugerir tratamientos a distancia a, nada menos, que los astronautas.

Y lo vino a probar a la Antártida porque la Antártida es casi como otro planeta. Es un lugar que está lejos y cuando una persona se aleja de los centros, aquí en la Tierra, yendo a la Antártida o se aleja de la Tierra yendo a La Luna, como se está planeando, e incluso a Marte, no solo se aleja del planeta sino que también se aleja de los médicos. Y hay que tener tecnologías, instrumentos, herramientas para poder vigilar la salud de esas personas.

Las tecnologías que llevaron a los seres humanos al espacio dieron lugar a herramientas de todo tipo. Para mencionar sólo una, nos dio los sensores que permitieron pensar en electrocardiogramas.

Pero más allá de estas maravillas que nos sorprenden y de las que hablamos en nuestros artículos, y en los diarios y en la televisión y en la radio, lo que me parece importante de este momento y en esta ocasión es reparar en que al mismo tiempo en que se producían todos estos cambios tecnológicos que permitían avanzar en nuestros tratamientos, eso también llevaba consigo un cambio cultural.

Yo empecé hablando de aquel hospital de tierra y de los curanderos. Y en esa época los pacientes -que por algo se llamaban «pacientes»- iban al medico a buscar el secreto, la respuesta al misterio que causaba la enfermedad. Hoy el paciente ya no es tan “paciente”. Todos los motores de búsqueda de Google pueden mostrar -y muestran, de hecho- y quienes los estudian, cuáles son las búsquedas más frecuentes de Google. Ya está bien identificado que la búsqueda número 1 en muchísimos países es la búsqueda de la salud.

Hace algunos años, Angelina Jolie hizo una carta diciendo y explicando por qué había decidido hacerse una mastectomía radical.

Bueno, era porque le habían hecho un test genético -miren todas las tecnologías que están a su alcance, ¿no?-. Habían hecho un test genético y el test había arrojado resultados muy desfavorables y ella no quería correr el riesgo de tener cáncer de mama.

Esa carta se publicó en todos los medios del mundo, fue motivo central de los programas de la tarde. Y los médicos nos contaban a los periodistas que se habían pasado años tratando de mantener las mamas a las mujeres que tenían cáncer de mama y, repentinamente, llegaban a su consultorio una cantidad de mujeres, que habían tenido o estaban tratándose por cáncer de mama, y pedían la mastectomía por la que había optado Angelina Jolie.

Los pacientes ahora no quieren escuchar sólo el veredicto del médico, quieren participar, quieren entender, preguntan.

Los sistemas de salud están en una encrucijada, porque se fueron haciendo cada vez más complejos… los pacientes que viven más no siempre viven mejor, hay una sobrevida a 20 o 30 años en las que las personas van a requerir mucha atención médica. Y están diseñados de una manera en que, aunque se multipliquen las tecnologías, muchas veces no se da abasto.

Hace un par de años cuando se hizo una reunión de organización mundial de la salud, en Kazajstán recordando los 40 años de la declaración de Alma-Ata sobre la atención primaria, sobre atención primaria de la salud, pude entrevistar al indio Shekhar Saxena.

Shekhar Saxena fue el director de, justamente, el brazo de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud. En 2001 en el que él publicó el primer Atlas de enfermedades mentales y fue el ex director del departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS. Con Saxena comentamos la necesidad de que se atiendan los problemas de salud mental. Y me acuerdo que en aquella ocasión, en broma, le dije “bueno, en la Argentina no tenemos ese problema porque tenemos superpoblación de psicólogos y psicoanalistas”. Y me dijo “no se crea, ni aunque todos los psicólogos o psicoanalistas se pusieran a atender 24hs por día darían abasto para atender a todas las personas que necesitan atención, que necesitan ayuda. Hay que cambiar los sistemas de atención para facilitar el acceso a la salud”.

Y de alguna manera creo que esto se extiende también a otras especialidades: tenemos sistemas médicos que muchas veces no dan abasto y, además, las personas muchas veces son renuentes a ir al médico. Cada vez más los pacientes quieren tener independencia con respecto a sus consultas. Bueno, para nombrar solamente un ejemplo: la prueba de embarazo.

¿Se acuerdan que antes se hacían con ranas? Se cree que la primera prueba de embarazo, la más antigua que existe, data del antiguo Egipto, porque se encontró narrada en un papiro en el museo egipcio de Berlín. Ahí cuentan que para detectar el embarazo se hacía orinar a la mujer durante varios días sobre semillas de trigo y cebada. Si después del tiempo germinaba la cebada, el hijo iba a ser varón. Y si germinaba el trigo, iba a ser mujer.

Bueno, estamos muy lejos de eso, ¿no es cierto? Pero el primer test doméstico de embarazo data de 1971, hace 50 años. Y se debió a una confusión de casualidad, de visión. Una mujer, Margaret Crane, una publicista que estaba recorriendo un lugar donde había test de embarazos, al ver la probeta, los instrumentos, dice “¿por qué no desarrollamos esto para que hagan las mujeres en sus propias casas?”. Y hoy tenemos test de embarazo, que ya es rutina.

Tenemos también autotest para el VPH, tenemos autotest (aunque todavía no llegó al país) para el VIH y ya hay autotest para el Covid (o “la” Covid, en realidad).

Hay una necesidad de los pacientes de independencia. Hay un área de la medicina en que no queremos tener que esperar meses, tal vez horas.

Primero meses para que nos den la consulta y horas en el consultorio del médico para hacer consultas que, a lo mejor, son un poco banales, o son rápidas. O son simplemente preliminares, no son un tratamiento. Son para ubicarnos dentro de qué problema podemos llegar a tener.

La medicina es ciencia, conocimiento, es técnica, es tecnología. Las tecnologías abren un campo enorme, pero la medicina también somos los seres humanos.

Los seres humanos que estamos atravesados por culturas, por modos de vida. Que tenemos circunstancias familiares, circunstancias sociales. Y la medicina también tiene que atender a ese aspecto.

No es solo biología, no es solo terapias médicas.

Tiene que atender también a los cambios sociales, contextuales, que se dan con el avance de toda la sociedad. Y para eso es necesario pensar nuevas soluciones. Y para eso es que necesitamos a los innovadores, a aquellos que están con un ojo en la tecnología y con otro -y con un oído también- en las necesidades reales, sociales.

Así que, bueno, realmente no hay avances que no respondan a las dos cosas, a la biología y a la cultura. Y los más exitosos son justamente aquellos que le dan respuesta a estos dos aspectos.»

Nora Bar, 16 de diciembre 2021

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