Amamantar es un acto natural, vital y profundamente humano. Sin embargo, hacerlo en espacios públicos todavía genera miradas incómodas, comentarios inapropiados o, en algunos casos, intentos de censura. ¿Por qué sigue siendo polémico algo tan necesario como alimentar a un bebé? Hablemos de derechos, de prejuicios y de la necesidad de cambiar la mirada.
🍼 Amamantar no es exhibirse: es alimentar y cuidar
La lactancia en público no es una provocación ni una falta de pudor. Es una respuesta amorosa a una necesidad básica: el hambre o la búsqueda de consuelo de un bebé. No hay horarios ni lugares perfectos para eso. Hay momentos reales que requieren respuestas reales, sin vergüenza ni escondites.
⚖️ ¿Cuáles son los derechos en Argentina?
En nuestro país, la lactancia materna está protegida por ley. El Código Civil establece el derecho del niño a ser alimentado con leche materna. Además, la Ley 26.873 de Promoción y Concientización Pública sobre la Lactancia Materna impulsa acciones para su protección, incluyendo el fomento de entornos amigables.
👉 Amamantar en público es un derecho. Prohibirlo o cuestionarlo es una forma de discriminación.
💭 Prejuicios que aún persisten
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“Que lo haga en su casa”
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“Hay niños mirando”
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“Podría taparse”
Estas frases, lejos de proteger a alguien, reproducen tabúes y controlan el cuerpo de quien amamanta. La sexualización del pecho no debería imponerse por encima del derecho a alimentar. La incomodidad social no puede estar por encima del bienestar del bebé.
🤱 Espacios públicos más humanos
Lo ideal sería que no hiciera falta “habilitar” la lactancia. Pero mientras tanto, los entornos laborales, comerciales, culturales y de salud pueden colaborar generando espacios amigables con la lactancia: cómodos, limpios, tranquilos… y sobre todo libres de juicios.
También es clave que como sociedad podamos ver una escena de lactancia sin escandalizarnos, porque lo que molesta no es el acto, sino la mirada prejuiciosa con la que a veces se lo interpreta.
❤️ Amamantar es un acto de amor, no de provocación
Cada vez que una persona amamanta en la calle, en una plaza o en un transporte público, está haciendo algo profundamente sano, humano y legítimo. Naturalicemos lo natural. El problema no es la teta: es el prejuicio.
La lactancia no debería esconderse. Debería celebrarse, respetarse y protegerse. Porque cuidar a un bebé es siempre más importante que incomodar a quien no sabe mirar.
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