La temperatura de la sangre, clave para guiar al mosquito hacia su alimento

mosquito
25 septiembre, 2017

Por Susana Gallardo
La hembra del mosquito necesita sangre fresca para alimentarse. Es que su supervivencia y la reproducción dependen de la habilidad para encontrar quien provea el sustento vital. Pero ¿cómo hacen para identificar a la víctima potencial de su picadura? ¿Influye el olor o el color de la ropa, en el caso de los seres humanos?
“En el reconocimiento del hospedador y la orientación hacia él, los mosquitos emplean una combinación de claves diversas: visuales, químicas –como los olores–, y físicas, como el calor”, explica Paula Zermoglio, becaria doctoral del CONICET. Y agrega: “El calor es una clave que no se había estudiado mucho en forma independiente y en comparación con otras claves”.

Las hembras del mosquito emplean diversas claves –visuales, olfativas y térmicas– para orientarse hacia el animal que le proporcionará el alimento

Sangre caliente

Precisamente, Zermoglio se dedicó a investigar la orientación de los mosquitos de la especie Aedes aegypti hacia fuentes de calor. En particular, cuando las otras claves están ausentes. Además, caracterizó la habilidad de estos insectos para discriminar entre fuentes de calor a diferente temperatura, de distinto tamaño y presentadas a distintas distancias. Los resultados se publicaron en el Journal of Insect Physiology.
Los hospedadores del mosquito son los organismos donde se posa para obtener el alimento. En este caso son los animales “de sangre caliente”, es decir, aves y mamíferos, entre los que se encuentran los seres humanos. De este modo, el insecto debe poder distinguir una temperatura que sea superior a la del ambiente. Y al mismo tiempo cercana a la del hospedador, que en los seres humanos ronda los 36º.

El estudio

“Uno de los aspectos que estudiamos es si el mosquito puede distinguir temperaturas cercanas a la del hospedador, y aquellas que son superiores a los rangos de tolerancia, por ejemplo, 50 grados”, relata Zermoglio. Ella realizó los experimentos en el Instituto de Investigación sobre la Biología de los Insectos (IRBI), bajo la dirección del investigador Claudio Lazzari, radicado en Francia.
Los investigadores construyeron un dispositivo con forma de Y griega. En cada uno de los brazos del artefacto, introdujeron una fuente de calor a distintas temperaturas. El mosquito entraba al dispositivo por la pata única y se dirigía a la fuente que más lo atraía. Si ambas fuentes estaban a la misma temperatura, los mosquitos podían ir a cualquiera de ellas, en forma indistinta.
En cambio, si colocaban una fuente a la temperatura del hospedador en contraste con una fuente a temperatura ambiente, “se orientaban en forma significativa hacia la fuente a la temperatura del hospedador. Pero, si la fuente estaba a 50 grados, el mosquito la evitaba”, relata Zermoglio.

La temperatura ideal

Sabiendo que los mosquitos se orientan hacia el calor del hospedador, surgió la pregunta sobre la distancia. ¿La distancia hacia la fuente tenía alguna influencia? La investigadora colocó una fuente más cerca y otra más lejos. Así confirmó que el mosquito se orientaba hacia la fuente más cercana si ambas estaban a la temperatura del hospedador. Pero, si ambas fuentes estaban a 50 grados, se dirigían hacia la más lejana, evitando la más cercana.
“Lo interesante es que, cuando combinamos una fuente a 34 grados y otra a 50, una cerca y otra lejos, no se observa orientación diferencia. Los mosquitos se distribuyen al azar”, afirma Zermoglio.  También agrega: “Cuando se varía más de un factor, los mosquitos no pueden resolver esa dicotomía”.
Lo que sucede, según la investigadora, es que cuando a estos insectos se les presentan fuentes de calor que varían en más de una característica, y en ausencia de otras claves, no pueden resolver cuál es la fuente del estímulo que les indicaría la presencia de un hospedador.

Estos estudios de ciencia básica podrían en un futuro aplicarse al desarrollo de dispositivos para atraer o ahuyentar a los mosquitos.

¿Cómo eligen a su víctima?

Es habitual preguntarse por qué los mosquitos pican más a determinadas personas, y a otras ni las molestan. Si bien se ha afirmado que ciertas personas serían más propensas a ser picadas por mosquitos, Zermoglio aclara: “Hay que entender que estos insectos habitan en un espacio multimodal, y se orientan mediante claves muy diversas, combinando toda esa información para tomar una decisión”.
Y agrega: “Para poder afirmar que una persona es más propensa a ser picada que otra, sería necesario medir todas las variables que el mosquito está evaluando, y entender cómo procesa esa información, y esto todavía no se ha resuelto”.

El secreto está en la fuente calor

Los investigadores quisieron saber, también, si el mosquito variaba su orientación según el tipo de fuente térmica. En particular si el calor era transmitido, en forma exclusiva, mediante radiación. Cuando se aplicó, a la fuente térmica, un filtro que sólo dejar pasar radiación infrarroja, el mosquito dejó de orientarse. Esto a pesar de que la temperatura de la fuente estaba en el rango de temperatura del hospedador.
“Teniendo en cuenta que el mosquito se aproxima volando al hospedador, no resulta extraño suponer que la orientación esté mayormente regida por claves que se propagan según las corrientes de aire.
En el caso del calor, pudimos determinar que los mosquitos no explotan la radiación infrarroja como clave. Y estarían estimando la temperatura de las fuentes a partir de corrientes de convección”, estima Zermoglio.

Posibles aplicaciones

Estos estudios de ciencia básica podrían en un futuro aplicarse al desarrollo de dispositivos para atraer o ahuyentar mosquitos. Entender si el mosquito se orienta o no hacia una fuente de calor y cómo lo hace es clave. Podría permitir el desarrollo de artefactos que, combinando otras claves puedan atraerlos o, en asociación con insecticidas, eliminarlos.
“La investigación básica es fundamental si se piensa en aplicaciones. Uno no puede tratar de dar solución a un problema sin conocer cómo se comporta este insecto, cuál es su fisiología y cómo va a responder a los estímulos”, señala Zermoglio. Y concluye: “Si no sabemos cómo se orienta y cuáles son las claves que determinan esa orientación, no podemos pensar aún en poner trampas en la naturaleza”.

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Tags: dengue | mosquito

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