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La salud en números: ¿cuánto cuesta enfermarse en Argentina hoy?

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Enfermarse no solo duele en el cuerpo: también impacta en el bolsillo. En un país como Argentina, donde los costos de la salud aumentan junto con la inflación, acceder a tratamientos, medicamentos o estudios puede convertirse en un desafío económico para muchas familias. Hablar de salud hoy implica también hablar de números: ¿cuánto cuesta enfermarse? ¿Qué tan accesible es el sistema? ¿Y qué rol cumplen las obras sociales?


El costo real de la enfermedad: mucho más que una consulta

Cuando se piensa en los gastos asociados a la salud, muchas veces se reduce todo al valor de una consulta médica. Pero la realidad es mucho más compleja. Enfermarse implica, en la mayoría de los casos:

  • Medicamentos y tratamientos prolongados

  • Estudios de diagnóstico (ecografías, resonancias, análisis clínicos)

  • Días laborales perdidos (y con ello, pérdida de ingresos)

  • Traslados, cuidadores, alimentación especial

  • Atención de urgencias o internaciones

Incluso enfermedades leves pueden generar un gasto inesperado. Pero cuando se trata de patologías crónicas, discapacidades o intervenciones quirúrgicas, el costo puede ser abrumador.


Medicamentos: una de las barreras económicas más grandes

El precio de los medicamentos ha subido considerablemente en los últimos años. En muchos casos, la suba supera a la inflación general. Esto afecta particularmente a pacientes con diabetes, hipertensión, epilepsia, asma u otras condiciones crónicas, que dependen de su medicación de forma constante.

Aunque algunos tratamientos están cubiertos por obras sociales o programas estatales, la brecha de acceso sigue siendo profunda. Quienes están por fuera del sistema formal —monotributistas, desempleados, trabajadores informales— se enfrentan a precios inalcanzables.


Obras sociales y prepagas: ¿qué cubren y qué no?

El sistema de salud argentino está dividido en tres grandes sectores: público, privado y obras sociales. En teoría, la cobertura básica debería estar garantizada por el Programa Médico Obligatorio (PMO). Sin embargo, en la práctica, hay:

  • Largos tiempos de espera

  • Trámites complejos

  • Copagos o cobros indebidos

  • Negativas a cubrir ciertas prácticas o medicamentos de alto costo

Esto lleva a que muchas personas terminen recurriendo al gasto de bolsillo, es decir, pagar directamente lo que el sistema no resuelve. Según datos del INDEC, ese gasto representa alrededor del 30% del total en salud de los hogares argentinos.


Enfermarse también empobrece: el círculo vicioso del acceso

Cuando una persona enferma y no tiene cobertura suficiente, puede verse obligada a endeudarse, dejar de comprar alimentos, suspender estudios o tratamientos, o simplemente postergar su salud por no poder costearla. Es un círculo peligroso: la falta de acceso a cuidados preventivos lleva a enfermedades más graves, que luego son más caras de tratar.

La salud y la economía familiar están profundamente conectadas. Por eso, hablar de salud es también hablar de equidad.


¿Qué soluciones se están impulsando?

En los últimos años, se han desarrollado algunas iniciativas para garantizar el acceso equitativo a la salud, como:

  • Medicamentos gratuitos para afiliados a PAMI

  • Planes de cobertura para enfermedades crónicas

  • Fortalecimiento de hospitales públicos

  • Distribución de preservativos, anticonceptivos y vacunas gratuitas

Pero el desafío persiste: el sistema sigue fragmentado y muchas personas quedan desprotegidas. Por eso, el rol de las obras sociales —como OSPAT— es clave para garantizar no solo el acceso, sino también la prevención, el acompañamiento y la contención económica y emocional de sus afiliados.


Conclusión: cuidar la salud también es cuidar la economía

Enfermarse en Argentina hoy tiene un precio. A veces económico. A veces emocional. Y muchas veces, ambos. Por eso, fortalecer el sistema de salud, garantizar la cobertura, evitar cobros indebidos y promover la prevención no son solo políticas sanitarias: son políticas de justicia social.

Porque la salud no puede ser un lujo ni un privilegio, y porque todos deberíamos tener el derecho de cuidarnos sin poner en riesgo nuestra estabilidad económica.

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