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Diabetes en Argentina: la otra pandemia silenciosa

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Una enfermedad que avanza sin ruido, pero con un impacto que exige conciencia, prevención y acompañamiento

La diabetes no aparece de un día para otro. No irrumpe con fiebre, no duele de forma inmediata, no avisa con un síntoma agudo que obligue a buscar ayuda urgente. Avanza despacio, casi en silencio, mientras altera funciones esenciales del organismo.
Por eso se la llama “la pandemia silenciosa”: porque crece sin hacer ruido, pero con un alcance cada vez mayor en la salud pública argentina.

Hoy, la diabetes afecta a millones de personas en el país, y las cifras continúan en aumento. La combinación de sedentarismo, alimentación ultraprocesada, estrés crónico, genética y falta de controles preventivos crea el terreno ideal para que aparezca, especialmente en su forma más frecuente: la diabetes tipo 2.
Lo preocupante no es solo cuántas personas la desarrollan, sino cuántas no saben que la tienen. Se estima que una parte significativa de los casos permanece sin diagnosticar durante años, tiempo en el que la enfermedad ya provoca daño en vasos sanguíneos, riñones, ojos y sistema nervioso.

La diabetes no es una enfermedad menor.
Es uno de los factores de riesgo más importantes para infartos, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal, ceguera y amputaciones. Pero esto no significa que el pronóstico sea inevitablemente negativo. La diabetes es, al mismo tiempo, una de las patologías crónicas más controlables, especialmente cuando se detecta a tiempo y se acompaña con un seguimiento adecuado.

El problema es que solemos asociar “control” con “culpa”.
Quien recibe un diagnóstico de diabetes muchas veces siente que falló, que podría haber hecho algo distinto, que su cuerpo lo traicionó. Y ese impacto emocional pesa tanto como el impacto físico.
Por eso, uno de los desafíos más grandes es cambiar la narrativa: dejar de pensar la diabetes como un castigo y entenderla como una condición que requiere cuidado, educación y acompañamiento.

La detección temprana es fundamental.
Con un simple análisis de sangre es posible identificar glucosa elevada o signos de prediabetes, una etapa reversible si se interviene a tiempo.
El diagnóstico no debería llegar después de un síntoma grave, sino como parte de un chequeo de rutina. Sin embargo, en Argentina muchas personas no realizan controles regulares, ya sea por falta de tiempo, acceso limitado o la sensación de que “si me siento bien, no pasa nada”.

La educación es otro pilar indispensable.
Saber qué comer, cómo combinar alimentos, qué actividad física es adecuada, cómo interpretar los valores de glucosa, cuándo consultar y qué hacer ante cambios inesperados es parte del tratamiento. El conocimiento empodera: permite que la persona tome decisiones diarias que mejoran su calidad de vida y reducen complicaciones.

La tecnología también se volvió una gran aliada.
Los glucómetros modernos, las apps de seguimiento, los sensores continuos de glucosa y las consultas virtuales permiten un control más preciso y frecuente. Herramientas como Hola Doctor facilitan el acompañamiento profesional, evitando que el manejo de la diabetes dependa solo de consultas presenciales espaciadas.

Pero, por encima de todo, la diabetes requiere algo profundamente humano: acompañamiento emocional.
No se trata solo de medir glucosa o ajustar hábitos, sino de sostener, contener y ayudar a transitar un cambio de vida que puede generar miedo, frustración o cansancio.
Los vínculos, la familia, la comunidad y los equipos de salud cumplen un rol central para que la persona no se sienta sola frente a la enfermedad.

La otra pandemia silenciosa no es la diabetes en sí, sino la indiferencia.
El no hablar de prevención, el no realizar controles, el dejar para después, el normalizar síntomas como sed constante, visión borrosa o cansancio extremo. La mayor herramienta que tenemos es la conciencia.

La diabetes no tiene que ser un destino.
Con detección temprana, hábitos sostenibles, acompañamiento adecuado y acceso a tecnología, es posible vivir plenamente, con buena calidad de vida y con un control real sobre la enfermedad.

La salud no se cuida solo con medicación: se cuida con información, con empatía y con decisiones que comienzan mucho antes del diagnóstico.
Hablar de diabetes es hablar de futuro.
Y el futuro se construye hoy, con cada chequeo, cada hábito consciente y cada persona que decide no mirar hacia otro lado.

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